Mis hijas han ido hoy a su primer día de clase en su nuevo colegio, en Asunción, Paraguay.
Por si no lo sabías, decidimos hace un tiempo trasladarnos y vivir en Latinoamérica por una larga temporada, y Paraguay ha sido el país elegido para seguir desarrollando con mayor fortaleza mis actividades en Latam.
Ha sido un cambio importante: ciudad, casa, clima, costumbres… y colegio.
4 y 5 años tienen mis hijas. Y hoy han iniciado sus clases en una nueva escuela.
Nuevos uniformes, materiales… y hasta hora de entrada! Aquí los colegios empiezan muchos a las 7 de la mañana, lejos de las 9 de la mañana a la que estaban acostumbradas.
No mostraban signos de miedo, pero estaban nerviosas.
Han entrado de nuestra mano, estos primeros días iremos papá y mamá con ellas a la vez, y ha habido más besos y abrazos de lo habitual, justo en la puerta de clase. Y eso las ha calmado, les ha servido para tener quizás esa fuerza extra que necesitaban ante un primer día diferente.
Economía de caricias.
Es un concepto del psicólogo francés Claude Steiner, que viene a decir que las «caricias» son tan necesarias como la comida o la bebida, y que son vitales para que las personas tengamos el equilibrio que necesitamos.
Esta economía de caricias la aplicamos normalmente bien con nuestras familias y relaciones próximas, ¿pero cómo gestionamos esto con nuestros equipos y compañeros profesionales?
Hace unos años un manager de una gran empresa de retail me decía que, tras un workshop de capacitación que habíamos tenido tiempo atrás, había puesto en práctica algunas de las recomendaciones en liderazgo y gestión de equipos que habíamos visto. Una de las personas que tenía en su equipo era una veterana vendedora, con muchos años de experiencia en la casa, y su reacción fue de emoción primero y energía después cuando se le empezó a reconocer su trabajo diario, con esas «caricias» que todos necesitamos.
Incorporemos esta economía de caricias a nuestro día a día.
Está más que comprobado, después pasan cosas estupendas.
Trabajamos con y para personas, no lo olvidemos.
Muchas gracias por estar aquí.
Jacinto Llorca